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Tráfico de órganos

  • el gil de siempre
  • Jan 13, 2013
  • 6 min read

Alguien por favor ¿quiere pensar en los niños?

Cuenta la leyenda urbana, porque en el campo esto no debe pasar, que una Traffic blanca anda haciendo intentos de secuestros en diversos puntos del conurbano, como Wilde, Quilmes, Jose C. Paz, Lomas, etc. Dice la gente que en la otra cuadra encontraron a un nene con el pecho cosido y nada adentro.

Que el primo de menganito vio una nena tirada en un descampado, estaba vaciada y con mil pesos en la boca (o en la mano) y un cartel que decía “para el cajón”, y otras versiones incluso afirman que el cartel decía “me hubieras cuidado mejor” y hasta pedían perdón por el horrendo crimen. Que aparecen todos los días chicos muertos en San Fernando y la gente tiene miedo de salir a la calle...

Antes estos rumores de dudosa intención eran repartidos de boca en boca, ahora con las redes sociales es fácil fomentar la paranoia colectiva (¿no son el 95% de las traffics y similares blancas?) y hasta se agregan condimentos de otras épocas, como que la acompaña un Falcon verde sin patente. La gente putea a los medios por no difundir la noticia y no investigar, y todos te aseguran que es 100% real, no sea cosa que los contradigas porque ellos tienen hijos y vos sos un hijo de puta.

Por el 2008/9 estos rumores cobraron tal magnitud que alguien soltó a la (para entonces inusual) gendarmería en la noche de Adrogué para prevenir cualquier ataque. En el centro. Y tiempo después unas personas en Wilde apedrearon la casa de un carnicero que tenía una traffic blanca. Se han hecho marchas convocadas por cadena de mensaje de texto y Crónica fogoneó el asunto en septiembre 2010 desde su tapa reproduciendo lo que circulaba en mails... y cientos de personas afirman que es cierto el asunto porque ellos vieron o saben de alguna criatura que encontraron sin ojitos y con mil pesos en la mano. Otros hablan de una persona a la cual secuestraron para sedarla y sacarle sangre, o la chica que se despertó sin riñones en una bañera llena de hielo, violada por cinco tipos y embarazada, con un cartel que decía “llamá al 911 apenas te despiertes”.

¡¡Y todo esto es tan viejo como la humanidad!!

Sin siquiera denuncias reales, o muertos tangibles (imaginen la repercusión que tendría el hallazgo de una, no te digo dos, criaturas muertas y vaciadas), es mi deber remarcar que las leyendas urbanas de este tipo son una constante en las sociedades humanas.

Sin ir tan lejos como el mito de los muertos vivientes o los hombres-lobo (reemplazado por hombres-jaguar u hombres-hiena donde no había lobos), se puede citar la leyenda de la mina que se acuesta con un tipo y se pega un virus que solamente se encuentra en los muertos. Tres personas diferentes me lo contaron, una asegurando que una amiga de la novia fue la protagonista, y hasta pude leerlo en inglés en un foro de la web. O hace poco escuché a un grupo de adolescentes contar la gastadísima historia de la rata africana confundida con un perro. Una de las más asquerosas es la de la vieja que se compra una langosta de mar viva para autoestimularse, hasta que un día siente olor a podrido que venía “de ahí” (qué raro), y al investigar encuentra con que la langosta le había puesto huevos adentro. Y se muere de la impresión.

Los que te lo cuentan lo aseveran, porque lo creyeron cuando se lo contaron a ellos y, por lo tanto, debe ser verdad, que se yo.

¿Y entonces por qué?

Los monstruos como estos traficantes de órganos reflejan nuestros peores miedos, ayudan dar cohesión a una comunidad frente a un enemigo en común, sirven de chivo expiatorio para explicar cosas inexplicables o simplemente para desviar la atención. Estos mitos son como los culebrones: se transmiten y reproducen, cada comunidad tiene su versión en su idioma y con ligeros retoques propios de su idiosincracia.

Otros fiascos

Exactamente después de la paranoia de los traficantes de órganos surgió el mito de que la Traffic blanca ahora te secuestraba para... ¡cortarte el pelo! Aclaremos: ciertos tipos de cabello con muy valiosos, existe toda una industria dedicada a ello. Los principales exportadores de cabello humano son India y Rusia.

Tenemos el reciente ejemplo del “disclaimmer” de facebook, ese copy-paste que te aseguraba tus derechos sobre todo el contenido que subieras (pusieras en sus manos) y si no lo hacías ellos estaban en todo su derecho para hacer lo que quisieran con tus fotos. Como si fueran importantes.

Y en la época de oro de Hotmail circulaba un correo diciendo que Microsoft iba a empezar a cobrar por el servicio hasta entonces gratuito y solamente reenviando ese mail a todos tus contactos podrías evitar pagar...

Antes, cuando todavía se enviaban cartas por correo, te llegaba a tu casa una carta escrita a mano contando las maravillas que le sucedieron después de enviar veinte copias de la misma a veinte conocidos ¡y hasta dejaban una moneda de 5 ctvs para la fotocopia! Ahora, si no seguías la cadena, también estaba el testimonio de las desgracias sufridas por gente ortiba como vos.

La "burundanga", la infame droga con la que envenenarían a las pendejas en los boliches para violarlas, ya que las deja en un estado de semi inconsciencia, a merced de los sátiros. Se usa la palabra "burundanga" por extensión para designar cualquier brebaje malicioso, por lo general algo tan vulgar como pastillas en un vaso de alcohol (algo también tan viejo que seguro tu abuela sabía de eso). Lo loco es que la leyenda urbana asegura que la burundanga es no más ni menos que ¡escopolamina!, un delirógeno potentísimo, casualmente lo que sería usado por los brujos vudú (fuera de joda) para zombificar a sus víctimas, quitándoles la voluntad. El último chisme dice que te burundanguearían con solo tocarte los brazos, o extendiéndote un cartoncito embebido en la sustancia. Los que lo cuentan no saben explicar por qué la misma gente que te envenena no cae bajo los efectos de la droga al transmitírtela.

Los tranfers-tatuajes de chicles contendrían droga, también los chupetes de plástico que estuvieron de moda (eran colgantes) a mediados de los 90s.

Cuando tenia 7 añitos, en pleno auge de la diabólica Xuxa y las sectas chupa niños, el vox pópuli aseguraba que se secuestraban niños de esa edad, rubios y de ojos celestes en lo posible, para sacrificarlos en misas satánicas (¡llamen a Brigada Cola!)

El mito del hombre gato a finales de los 80s. Todos lo habían visto caminando por los techos, hasta se decía que estaba guardado en el Cottolengo Don Orione.

Las “invasiones” de barrios vecinos durante las jornadas agitadas de diciembre 2001. Hasta la policía hacía correr la versión.

El chupacabras y las mil hipótesis delirantes que se tejieron en torno.

La gripe porcina de 2009, que llevó a paralizar el mundo durante un mes, los bares tenían capacidad limitada, se aprovechó para implementar un horario tope a la nocturnidad en algunos partidos como alte brown; el alcohol en gel escaseaba, los barbijos no se encontraban y las farmacéuticas se recuperaron de la brusca caída de principios de ese año. ¿Muertos? No más que los de siempre por la gripe habitual.

Ahora vamos a la posta

Fuera de joda, el único caso que recuerdo de alguien encontrado eviscerado, fue el de un travesti al que hallaron con el vientre abierto en un contenedor de basura cerca del Bajo Flores.

Posiblemente se haya tratado de algo relacionado a tizas en la panza nomás. Lo cierto es que para robar y preservar órganos se necesita una gran logística (mucho más que una Traffic blanca) y aún así las probabilidades de encontrar alguien compatible con unos órganos robados como gallinas son nulas. Suena mucho más convincente la trata de personas, la desaparición forzada por motivos políticos y algún que otro crimen ritual con descuartizamiento de niños, como el de Ramoncito en Corrientes.

Se sabe de tráfico de órganos de prisioneros en la guerra de Kosovo y ciertas partes de la India, donde la gente sobra al parecer. Por acá es tristemente célebre el caso de la colonia Open Doors en Luján, donde los internos desaparecían en masa, y la única denunciante también. En Bolivia están los llamados “vampiros”, gente dedicada a la compra-venta de sangre, los indigentes y choborras los conocen bien.

Y finalmente está el caso de Paraguay, donde en los 80 se corría la bola de que los niños desaparecían a la hora de la siesta y todo eso. Y ahora, casi treinta años después, el chofer del entonces dictador Alfredo Stroessner, confesó que su patrón sufría de una lepra incurable, y al consultar con un curandero, éste le dijo que se tenía que bañar en sangre de niños todavía caliente para sanar, los cuales secuestraban y desangraban. Creer o reventar.

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