Cocaína, el tabú blanco
- El Mezcalero
- Apr 9, 2012
- 8 min read

“¿Y cuánto vale tu estómago crispado y tus narices temblando por el miedo? ¿Y cuánto vale todo lo registrado si el sueño llega tan mal que te condena?”
Los Redondos
Todo lo que anda dando vueltas sobre las drogas termina siendo de alguna manera tendencioso. Si el que te informa es alguien que utiliza frecuentemente drogas, va a intentar justificarse, y contarte la parte linda de la historia. Si el que te informa es alguien que no las uso jamás, dirá lo que la educación prohibicionista germinó en su moral, y contará cuentos e historias que nunca le fueron propias. Si el que informa es un recuperado, depende siempre como haya terminado el vínculo. Y pasa como quien rompe con una pareja; algunos hablan bien y con nostalgia, y otros con dolor y resentimiento. Lo cierto es que LA verdad no la tiene ninguno. Es un tema absolutamente personal (porque cada uno genera una relación distinta con la sustancia) y la única información certera es la que cuenta la composición química y sus efectos físico/químicos en el cuerpo. Y hasta estos últimos son a veces discutibles porque sabemos muy bien que quienes están en la cima de la comunidad científica con cerdos al servicio de los negocios de los grandes laboratorios. Seres tan despreciables como un Presidente o un General. En estas condiciones es más fácil conseguir un transa que información confiable.
Desde que murió una modelo, en la televisión abierta hay a cada rato debate sobre “las drogas” (es llamativo que no suelen nombrar a las sustancias, siempre es “la droga”). Lo curioso es que ninguno de esos programas habla con profesionales de la ciencia que merezcan respeto. Son todos médicos mediáticos, que hacen de la medicina lo que Burlando a la abogacía. Todos son relatos personales sobre que “alguna vez vi a uno drogarse”, “yo una vez probé”, “mi ex consumía”,“un productor me ofreció”. Metiendo a todas las sustancias en la misma bolsa, y haciendo un menjunje de datos, información, y chisme que sólo resulta confiable para la señora que pasó los 60 años y que sale de su casa sólo para comprar el pan. Todos estos personajes concluyen en una gran conversación de moral prohibicionista, donde nadie se hace cargo de nada, y el que anda “en eso” es un enfermo de mente potencialmente criminal. Escoria que nadie quiere cerca. Y lo que es peor, “¡puede ser tu hijo!”.
No escuché a nadie decir que lo que le pasó a esa modelo fue por desinformación. Claro, nadie se va a hacer cargo de informar como se tiene que tomar la cocaína, es más fácil decir que “la droga mata”. Pero cualquiera con un poco de educación puede sospechar que si se está ingiriendo una sustancia que estimula al sistema nervioso central de manera acelerada, que aumenta considerablemente las pulsaciones, generando euforia desmedida, no se puede querer cortar sus efectos, de un momento a otro, consumiendo calmantes y dándose un baño de inmersión. Lo más probable es que el cuerpo no sepa para dónde ir, y colapse. Es verdad, la cocaína puede matarte. Pero debe venir con otros condimentos sociales, como pueden ser una sobredosis (ligada a la adicción), mal de fábrica (problema directamente ligado al prohibicionismo), o desinformación en el consumidor (culpa de la hipocresía social que no educa, estigmatiza).
Cada persona debe conocerse a sí misma. Hay personalidades que tienden a generarse adicciones. Adicciones tan comunes como pueden ser al tabaco, al alcohol, al azúcar o al café. Esas personas ante una droga dura, adictiva, deberían tener mayores recaudos o sería aconsejable que ni se le acerquen.
Luego están los consumidores, que a mediano plazo pueden generar un hábito de consumo. Esas personas por un tiempo considerable estarán a salvo de la adicción. Pero si el hábito se asienta, y se empieza a volver necesidad, es hora que sepan que están en la ruta hacia la adicción.
La adicción es una enfermedad. Y el enfermo no controla lo que hace con la sustancia. La cocaína se vuelve razón de ser de todas las acciones diarias. Es la única idea fija en la cabeza. La adicción es el final de un camino de consumo, del que es dificilísimo (no imposible) salir. Pero al que es mejor nunca llegar.
Hay que tener siempre presente que depender de cualquier cosa que no sea de nosotros mismos, coarta nuestra libertad. Cada uno es libre de aceptar llevar las cadenas que tenga ganas, pero como dice el dicho, “calavera no chilla”.
La cocaína es frecuente en la clase media y alta. Su costo requiere de cierto poder adquisitivo. Para los pobres, una vez más, quedan las sobras. Ese veneno mortal que llamamos “paco”, el cual debería desaparecer de la faz de la tierra. Lo cierto, es que el paco es producto del prohibicionismo. Si la fabricación de cocaína estuviese regularizada, nadie permitiría que las sobras vayan a parar a las villas. Y el mismo problema conlleva a que comprar cocaína por ahí es similar a una ruleta rusa. Nadie tiene la certeza de qué es lo que se está metiendo en el hocico. Sabemos perfectamente que los transas para generarse mayores ganancias cortan la droga con sustancias, que estando molidas, se confunden con la cocaína. Entonces le meten aspirinas, laxantes y quien sabe cuantas cosas más. Un informe reciente hablaba de que en general, lo que te venden como cocaína por ahí, sólo tiene entre el 10 y el 15% de esa sustancia, el resto es algo que vos no pediste. Y si a algún asesino, como dice el mito popular, se le ocurre poner veneno o vidrio molido, probablemente pasarás la autopsia como una sobredosis y san se acabó. Nadie va a defender a un drogón ¿O pensabas en llamar a defensa del consumidor?
Las drogas existieron siempre y las comunidades las utilizaron a su manera. En la antigüedad, donde no había prohibiciones, el tema quedaba en las manos de los sabios, chamanes y especialistas. Los únicos con capacidad para manipularla y recetarla. Y no había una cultura de utilización recreativa, siempre estaba envuelto en un marco de curación física y/o espiritual. Con la destrucción de esas civilizaciones, y la constitución del dinero como Dios. La sociedad de consumo volvió a las drogas una enorme fábrica de billetes. En el cual los Estados están directamente involucrados, y no están para nada dispuestos a levantar la prohibición porque significaría perder y blanquear muchos millones. Claro que no lo argumentan así, y hablan de políticas de salud pública. Un cinismo tal, comparable con las propagandas de Fleco, Male y el Dr. Miroli en plena gobernación duhaldista.
Hay una creencia de que para pertenecer a ciertos ambientes hay que estar en esa. La realidad es que eso es una verdad a medias, sólo le sucede eso a personas con bajo autoestima, de personalidad dudosa, que necesitan hacer lo que hace el resto para sentirse parte. La cocaína atrofia el corazón, los riñones, el estómago, el hígado, los pulmones, y el cerebro. Y psicológicamente potencia patologías. Si tenías una predisposición a sufrir, por ejemplo paranoia o depresión, probablemente el consumo te la dispare hasta las nubes. ¿Hasta qué punto ser parte de un grupo puede valer todo eso? Bueno, ahí hay un tema de fondo que es social, cultural y psicológico.
También existe el mito de que para recibir cierta inspiración artística la droga puede ayudarte. Lo más frecuente es que cuando estás duro no estás en un estado de mucha lucidez psicomotriz. Y como dijo alguien una vez; hay músicos que usan drogas, y drogadictos que hacen música. Debes saberlo, la inspiración y el talento no vienen en bolsitas.
Todos los que han probado alguna vez coinciden en que el momento del consumo puede resultar entretenido, bueno, emocionante, y divertido. Pero al otro día, tu cuerpo te va a pasar factura. El dolor de cabeza, estar completamente desganado, la nariz lastimada, insomnio, ansiedad. Es una situación de mierda, que solo se soluciona si te pones a consumir de vuelta o esperas unos días y la dejas para siempre.
“El efecto psicológico de la Cocainum mur en dosis de 0,05 a 0,10 gramos consiste en la excitación y la euforia retenida, la que no se diferencia mucho de la euforia de las personas sanas. Falta totalmente el sentimiento de alteración que acompaña a la excitación por alcohol, también falta el efecto característico inmediato del alcohol de ansiedad. Se tiene la sensación de incremento del autocontrol, se siente gran vigor y de capacidad de trabajo. Pero si se trabaja se extraña la excelente y elegante excitación e incremento de las fuerzas intelectuales por alcohol, té o café. Se es simplemente normal y se tiene pronto el esfuerzo de creer que se está bajo el efecto de algo.” (Sigmund Freud, "Sobre la Coca" )
Hace un mes la ONU publicó un informe sobre las drogas. Sorpresivamente en la gran parte del documento toma al tema desde el problema del narco/terrorismo y vinculando a la droga con el problema de la delincuencia en la población marginal. La guerra narco, las guerrillas de Perú y Colombia, las pandillas en los barrios, y todo eso. Omitiendo datos como aquél helicóptero de la CIA que cayó en la selva lleno de cocaína en pleno vuelo hacia Estados Unidos. ¿Se la llevaban para ver como era?
La única solución que se animan a esbozar es la de distribuir mejor los ingresos para que no haya tanta marginalidad. Son cientos de páginas que cuentan un chiste de mal gusto.
El mismo informe ubica a la Argentina como el principal consumidor de cocaína de América Latina. Lo que debería hacernos pensar que es hora de darnos un debate serio sobre el consumo. Educar en las escuelas y desde los medios, los pros y los contras de utilizar determinadas drogas. De una manera confiable, sincera, sin ideologizar la cuestión. Para que la gente sepa elegir si quiere caer en ese mundo o no. Esa es la libertad que hay que dar. No que elijan por nosotros, y que de querer otra cosa, nos amenacen con la cárcel.
Para cerrar este artículo dejo una visión de Errico Malatesta, un anarquista italiano que supo andar por el Río de La Plata, allá a principios del siglo XX, y que escribía en su periódico una respuesta anarquista a este problema.
“En Francia existen severas leyes contra los que usan y comercian cocaína. Y, como de costumbre, el flagelo se extiende y se intensifica pese a las leyes, y quizás a causa de ellas. Así ocurre también en el resto de Europa y en los Estados Unidos. El doctor Courtois Suffit, de la Academia de Medicina francesa, que ya el año pasado [1921] ya había proferido gritos de alarma contra el peligro de la cocaína, comprobando el fracaso de la legislación penal pide… nuevas y más severas leyes.
Es el viejo error de los legisladores, pese que la experiencia ha mostrado invariablemente que nunca la ley, por bárbara que sea, logró suprimir un vicio o desalentar el delito. Cuanto más severas sean las penas infligidas a los consumidores y los traficantes de cocaína tanto más aumentará en aquéllos la atracción del fruto prohibido y la fascinación del peligro enfrentado, y en éstos la avidez de la ganancia, que ya es enorme, crecerá aún más al crecer la ley.
Es inútil, por lo tanto, confiar en la ley.
Nosotros proponemos otro remedio.
Declarar libre el uso y tráfico de cocaína y abrir locales en los que se la venda a precio de costo, o incluso por debajo del precio. Y después hacer una gran propaganda para explicar al público y lograr que perciba vivamente los daños de la cocaína; nadie haría propaganda en contrario porque nadie podría ganar con el mal de los cocainómanos.
Por cierto que con esto no desaparecería por completo el uso dañino de cocaína, porque persistirán las causas sociales que crean a los desgraciados y los impulsan al uso de estupefacientes.
Pero de todos modos, el mal disminuiría, porque nadie podría ganar con la venta de droga y nadie podría especular con la caza de especuladores.
Y por esto nuestra propuesta no se tomará en consideración o se la considerará como quimérica e insensata.
Sin embargo, la gente inteligente y desinteresada podría decirse: puesto que las leyes penales se han mostrado impotentes, ¿no sería bueno, por lo menos a título de experimento, probar el método anarquista?”
(“Umanitá Nova”, 10 de Agosto de 1922)
Quizás la sociedad no está preparada aún para afrontar ideas como esta. Pero es mejor ir difundiéndola, hablando del tema, y educando. Que hacerse los boludos, mirar para otro lado, y que el negocio de la cocaína siga juntando millones con la complicidad del Estado, mientras los pibes arruinan su vida. Es un debate necesario, porque es un problema que existe, y sabemos que es en vano la pose hipócrita de esta sociedad de querer tapar el sol con la mano. A los tabú hay que enfrentarlos, y desterrarlos de una buena vez. Esa es la única manera de avanzar.

Comments