Manija!
- Joel Manija
- Jan 20, 2012
- 4 min read

Son las seis de la mañana y estamos en un McDonald's. No acostumbro a venir a estos lugares pero no hay nada más abierto porque dentro de dos horas abren las urnas para votar no se qué, diputados creo. Nos estamos riendo de las gansadas que hace Huguito, quien hasta hace unas horas estaba inconsciente. Cuando lo encontramos ya estaba pasado, a eso de las nueve o diez de la noche, entonces lo subimos al auto de Néstor, un Dodge 1500 que siempre tiene problemas. Néstor mismo apenas sabe manejar y no tiene licencia, aunque él se siente demasiado confiado. El resto nos encomendamos a nuestra suerte.
Fuimos al pool de donde nos echaron a las doce, por la veda electoral, entonces nos atiborra-mos de cervezas que clandestinamente vendía un almacén nocturno y salimos a dar vueltas. Fuimos a buscar al Gusa a su casa que estaba con Quique y a Hugo se le ocurre que vayamos a la casa de un amigo de él enfrente del cementerio de Lanús. Supuestamente el hermano de este amigo era un tipo pesado del barrio que nos podía conseguir algo y estaba todo bien, así que fuimos.
En el camino y con la excusa de ir al baño paramos varias veces en las estaciones de servicio, pasábamos al baño a darnos un saque y seguíamos. Es que Néstor no aprobaba del todo las drogas, él no consumía y a su vez era un drogadicto legal, vivía medicado por un desorden obsesivo compulsivo que lo llevaba a ponerse insoportable sin la medicación. Más de una vez tuvimos que salir de noche a recorrer farmacias porque había calculado mal y ya no tenía pastillas, o se inventaba citas con el psiquiatra para que le hiciera nuevas recetas sin que el tipo se lo indicase.
Paramos en la puerta de la casa del flaco y ni siquiera nos hace pasar, nos quedamos en el frío de la vereda escabiando mientras esperábamos al hermano, que no pasaba de ser un paquero de poca monta. Huguito ya estaba en las últimas, ni la gilada lo rescataba. Se trepó a un árbol en la vereda del cementerio y desde ahí deliraba a los que pasaban, que miraban para todos lados sin poder verlo. El paquero de poca monta apareció y nos dijo cómo era la movida, le teníamos que dar la plata y él la iba a buscar. No me gustó para nada la idea. Hugo había pasado del árbol al muro del cementerio, se quedó sentado ahí arriba. Después de un largo rato el paquero volvió sin nada, por lo menos nos devolvió la plata. Hugo se cayó del otro lado del muro y volvió a salir fresco, dijo que vio gente corriendo entre las tumbas.
Y bueno, ahí estábamos cagándonos de frío, teníamos plata, no teníamos suficiente pala y teníamos ganas de seguir escabiando. Como regía la bendita Veda Electoral no te vendían alcohol y todos los bares estaban cerrados. La única opción era ir a un lugar donde la ley no llegara, como un puterío. Néstor no quiso ni escucharlo. Estaba terminantemente en contra de la prostitución y no quería llevarnos si íbamos a ir ahí. Lo convencimos de que íbamos por un poco de alcohol y no por las minas y nos llevó. Él tampoco tomaba, por el tema de la medicación. Una sola vez lo vi tomar y con tres cervezas entre los dos ya estaba haciendo boludeces para reconquistar a una ex novia que justo andaba por ahí, cuando había sido él el que la había dejado; no una, sino dos veces.
Una vez en el putero el culata nos abre la puerta y nos pregunta si íbamos a pasar con las chicas, porque sino no nos podía dejar entrar, porque por la veda no estaban vendiendo alcohol. “Imbécil -pensé -es un prostíbulo, no tienen que acatar la ley” y de todas maneras no pudimos entrar, así que el hermano del paquero nos llevó a otro a unas cuadras de ahí, en pleno centro de Lanús. Un privado con unas cuantas putas tristes y varios tipos más concentrados en beber cerveza que en ellas. Así que nos sentamos en una ronda. Los tipos lo conocían al hermano del paquero y estaban bastante puestos. Uno de ellos me preguntó que hacía ahí. “Vos, con tu facha, tendrías que ir y ganar en un baile, amigo” me decía. “Con esa voz, qué digo, sos un galán de telenovela” seguía. Y me mostraba las fotos de su esposa y sus hijos. Estuvo halagándome un buen rato, no se con qué fin, porque no se lo veía con intenciones de levantarme, mirá que ya me había topado con un par de chabones así, pero este parecía que lo decía de onda. De alguna forma ese borracho levantó un poquito mi alicaída autoestima, eso le valió un monedazo en el baño, que apenas pudo tomar porque ya estaba de última.
Así que ahora nos encontrábamos en un McDonald's donde los demás pretendían desayunar mientras yo miraba con desdén el vaso de café donde Hugo mojaba sus papas fritas. Néstor se doblaba de risa viendo las monerías de Huguito, al Gusa le salían lágrimas de reírse. Me levanto para ir al baño, y un flaquito entra atrás mío cuando estoy exprimiendo la bolsita que seguía en mi paquete de cigarrillos.
-¿No me das un pase? -pregunta tímido.
-Mirá, justo me tomé lo último -le muestro el plástico vacío.
-Uhh -responde angustiado -¿Puedo chupar la bolsita?
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