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A diez años del argentinazo

  • Gonzalo Rats
  • Jan 20, 2012
  • 6 min read

hacía calor, como siempre en diciembre. la cosa venía podrida en varios sectores hacía rato. yo estaba en esa porquería que reemplazó a la escuela secundaria que osaron llamar "polimodal" (y que seguro arruinó a una generación de pibes en los más de diez años que duró) y ese año estuvimos casi un mes completo de corrido sin clases por los paros. nosotros contentos, claro, pero cuando volvimos a las clases nos quisieron meter en un mes y medio lo que no vimos en tres. ouch.

y entonces empezaron los saqueos, acá y allá, de a poco surgieron grupos de gente atacando supermercados, la televisión mostraba a un tipo que se llevaba cajas de sidra y decía al pasar que no tenía para comer. la imagen del chino llorando dio la vuelta al mundo. ese día creo que no hubo recolección de residuos porque había un olor nauseabundo en la calle, a basura fermentada por el calor, se notaba algo raro en el aire. hubo un intento de saqueo cerca de mi casa disuadido con balas de goma. con nuestros amigos comentábamos todas las secuencias sentados tranquilamente en la estación como hacíamos todos los días. y entonces de la rúa declaró el estado de sitio. nosotros, pendejos como éramos, no lo entendimos, nos quedábamos en la calle igual hasta que los grandes que recordaban años de plomo nos metieron adentro.

corrió la versión de que los barrios estaban siendo invadidos por otros barrios vecinos, siempre la versión más pobre aledaña al lugar. a ellos los asustaban diciéndoles que venían de algún asentamiento lejano a ocupar sus tierras. y así, todos con miedo, se quedaban en sus casas. parece una locura pero fue así. mi tío armó una bomba molotov con aguarrás y detergente para defender su casa ante la eventual invasión. al hermano de un amigo que trabajaba en un coto y a sus compañeros los encargados les repartieron bates de béisbol para defender el local de los saqueadores. en el barrio don orione habían cortado la luz y los vecinos, sin agua además, salieron a las calles a prender fogatas y aguantar armados hasta los dientes. una camioneta llena de civiles patrullaba las calles, la policía arengaba diciendo que los vecinos tenían que ayudar porque ellos solos no los iban a poder parar si venían (¿a quiénes?). los helicópteros sobrevolaban mi barrio iluminando la calle buscando nada, sembrando incertidumbre ¿es verdad que están viniendo a saquearnos a nosotros también? se preguntaba la gente. había relatos de muchedumbres a las que detuvieron unas cuadras más allá, claro que nadie lo había visto, siempre lo contaban.

el diecinueve a la noche en capital la gente se juntó en la plaza de mayo para desafiar el estado de sitio y reafirmar los derechos constitucionales. fue una juntada pacífica y espontánea, sin banderas políticas se dijo siempre aunque no recuerdo bien, alguna debería haber. los cacerolazos y bocinazos se hacían escuchar en todas las esquinas, en muchos barrios. no recuerdo qué pasó entonces, mi relato se centra en el día siguiente.

veinte

la cosa se puso picante en plaza de mayo durante la mañana. con la orden de desalojo dada la policía empezó a reprimir a los que ocupaban pacíficamente la plaza. la televisión transmitía en vivo y en directo los atropellos y en vez de irse la gente seguía llegando. mi hermana y las amigas fueron también, la madre de una les dijo "cualquier cosa digan que uds son chicas de clase media que pasaban por ahí". yo seguía mirando la guerra por tv, la gente ahora se defendía como alguna vez lo hicieron los cavernícolas frente a los animales salvajes, como los nenes de gaza contra los tanques israelíes: a piedrazo limpio.

ya se formaban las primeras barricadas y los gases lacrimógenos inundaban el aire cuando se me ocurrió que debía tomar parte en eso, no se para qué, pero tenía que ir. salí a buscar a algún amigo que me quisiera hacer la segunda, pleno mediodía, las calles totalmente desiertas, banderas argentinas en las ventanas y no encontré a nadie. media hora después suena el teléfono, "no se puede aguantar esto, vamos" (tal vez lo conozcan a este muchacho, tiene un local de tatuajes en adrogué). como no había trenes en claypole nos tomamos un colectivo hasta lomas y de ahí tren hasta constitución donde tampoco había subtes, entonces, a caminar. tuvimos más suerte en ese punto que mi hermana y las amigas, ya que se pudieron bajar recién en lavalle, la estación de subte estaba inundada de gases lacrimógenos y al salir quedaron cara a cara con la multitud que venía huyendo empujada por la policía montada a fuerza de gases, balas de goma y palazos.

mientras tanto, por la calle lima los kioskos estaban atestados de gente mirando por tv los tristes acontecimientos que se llevaban a cabo algunas cuadras más allá, pasando el ex edificio de obras públicas ya empezaba el kilombo. el aire se tornaba irrespirable, los estampidos no daban tregua a los oídos, la gente rompía las vidrieras de los locales a pedradas, fabricando munición de cualquier pedazo de vereda que pudieran arrancar. la nueve de julio estaba plagada de gente queriendo avanzar, un cordón policial ubicado a 200 metros lo impedía con palos y balas de goma. la cosa consistía entonces en tirarle piedras a la policía, aún cuando no pudierámos acercarnos lo suficiente para pegarles, cosa que sí hacían los motoqueros. cual caballería popular, los mensajeros en moto se convirtieron en los héroes de la jornada, se alineaban siete, ocho motos con dos personas cada una, los de atrás llevaban las piedras, y con un grito cargaban una y otra vez contra el cordón policial, con el resto corriendo detrás. las fuentes de agua ofrecían el único alivio para los ojos irritados y cada vez que se avanzaba unos metros se prendía fuego lo que hubiere a mano, para quemar los gases, decían. se armaban barricadas de basura, se conseguían más piedras, se compartía el agua, todos miraban sin entender las cámaras de televisión en medio de la refriega. los linyeras seguían tirados en sus lugares habituales sin tomar parte de la acción, después de todo, sucediera lo que sucediera, ellos iban a seguir ahí. y no se equivocaron.

después de como una hora la policía se replegó por lo que pudimos avanzar a nuestras anchas, un tanto desconfiados eso sí. en el camino de la turba iracunda se cruzó un norte. si alguna vez se encuentran en una situación similar, asalten pinturerías, no supermercados. es increíble como el hierro de las cortinas cede ante la muchedumbre y también es increíble la sangre fría de los reporteros gráficos. adentro del súper mi golazo fue una caja de chomps que siendo helado cremoso calmaba el ardor de las gargantas. y si bien se escuchó un "en el depósito están las sidras!" también vi a un motoquero llenar la caja de deliverys de su moto de pañales. saliendo de ahí paramos a reponer fuerzas con un mini picnic en medio de la calle, intercambiamos info con motos que iban y venían señalando por donde se podía pasar y por donde no. todas las calles laterales eran peligrosas, sobre avenida de mayo estaba el grueso de la fuerza policial, lo único que quedaba era avanzar hacia el obelisco y buscar una vía alternativa. parecía que avanzábamos pero en realidad nos dejaban pasar, a nuestras espaldas se volvió a cerrar el cordón policial.

un gordo paseaba con un chango lleno de pan dulce y los repartía entre la gente y todos teníamos gaseosas y boludeces para comer. en medio de todo esto pasaban las motos policiales con escopetas en las manos como si estuvieran de cacería.

en el obelisco nos juntamos con la masa de gente que venía siendo empujada por los caballos de la federal, entre ellos mi hermana y sus amigas. para el lado del río era imposible ir, también nos echaron del obelisco. cada vez que retrocedíamos encendíamos nuevas fogatas con basura arrancada a los canastos. la nueva rutina consistía en tratar de aguantar una posición, prender fuego, ser empujados hacía atrás con repentinas estampidas donde por suerte nadie fue atropellado, tratar de aguantar en la nueva posición y ser empujados nuevamente. una camioneta de oca fue incendiada en frente nuestro, no se de cómo no explotó.

queríamos llegar a plaza de mayo, y estábamos parados sobre corrientes donde la policía empujó a toda la gente. de a ratos había nuevas corridas, siempre llevándonos más y más lejos de la nueve de julio. el rumor era que había servicios entre la gente que te podían chupar sin que nadie se diera cuenta. la gente se impacientó y empezaron los saqueos ahí también. aplaudieron el incendio de un local de mc donalds, abuchearon el saqueo de un local de havanna. nadie dijo ni pío cuando abrieron la cortina de un musimundo, aún cuando de la rúa ya había renunciado. no se por qué demonios vendían valijas, fue su perdición. festejamos la renuncia como una victoria, los motoqueros desfilaron tocando bocina entre aplausos de la gente, el último de la caravana llevaba una bandera argentina con asta y todo, su espalda desnuda parecía un queso agujereado a balazos de goma.

saldo

un presidente. más de treinta muertos. ningún culpable.

un año después

los partidos políticos se adueñaron de la fecha cuando prácticamente no hubo banderas ese glorioso 20/12/01 y la última vez que fui a uno de estos aniversarios, dos partidos de izquierda casi se agarran a las piñas para subir al escenario. triste. caía domingo me acuerdo el 20 de diciembre de ese año, la marcha recordatoria se pasó al martes para poder molestar a los porteños (posta, si no no se iban a dar por enterados) y macri la noche del 19 para el 20 hizo un mega show de fuegos artificiales.

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la rebelión 

de las ratas

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